lunes, 6 de junio de 2011

El cine venezolano

Resulta que a uno, el cine venezolano le llega en un determinado momento de la vida, justo después de no haberlo odiado lo suficiente como para empezar a quererlo. Y no es que alguien haya editado un manual, como aquel “Para entender a Nerúda”; es que al final, uno se da cuenta que las esencias pueden ser las cosas más interesantes.

Nuestro cine está lleno de esperanza, de pena y de melancolía, también de gags y de grandes actuaciones. ¿Acaso alguien no alucinó con las escenas en las que La garza encaraba a Miguel Ángel Landa y hacía lo que le daba la gana en su mundo de las maravillas? “El pez que fuma” es una radiografía de esa Venezuela de la que hemos estado huyendo durante años. Los tintes teatreros extrapolados una y otra vez, por generaciones y generaciones de cineastas que no hicieron más que soñar, fueron los que le dieron cuerpo a ese cine exploratorio setentero.

¿Y que hay del feudo criminal de Eva Blanco en “La oveja negra”? Esos feudos han proliferado, pero no por culpa de Chalboud, si no por un problema de ética y de historia, esa a la que también nos gusta ver en el cine, disfrazada y aderezada con romance rancio, como en “Desnudo con naranjas”, o realista como en “Taita Bóves”. La historia es la historia.

¿Y el cabaraterismo, el romance y la poesía? Esos también soplaron y barrieron por estos lares; en “La casa de agua” hicieron estragos, y en “Cheila, una casa pa’ maita” dignificaron a muchos.

El cine venezolano pudo haber nacido en el Teatro Baralt de Maracaibo, pero fue en Caracas donde encontró el eco necesario para fortalecerse y despojarse de tanta moral, si no fijense ustedes en Macu, y el que este libre de pecado que lance la primera piedra; yo se la lanzaría a Anita Camacho, pero solo por verla girarse con su contoneo tan particular. “Eso ser mucho camisón para Petra”.

Algunas historias siguen goteando a través del tejado, basta echar un vistazo a nuestra televisión. Ha fortalecido las tablas y los telones, pero no los de Mimi Lazo, más bien los de Julie Restifo, no se confundan. El cine criollo ha seguido un camino y ha dejado huellas, con este blog pretendo seguir esas huellas hasta que algún día, que ojala nunca llegue, me encuentre cara a cara con el presente.

Por Gabriel Vargas Zapata.

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